El pasado jueves disfrutamos de otra tarde en la que confirmamos nuevamente que mejorar nuestro discurso ante la cámara es posible desde hace meses gracias a las sesiones virtuales de Toastmasters.
Carina fue la encargada de dirigir una sesión que se caracterizó por reunir a expertos en las habilidades más curiosas y dispares, o al menos así se describieron los asistentes tras ser presentados por nuestra toastmaster.
La sesión comenzó con el rompehielos de Rafi, quien nos hizo disfrutar de una ruta por Andalucía, desde el paraíso interior que es Jaén (vamos a ser sinceros) hasta la costa de la ciudad que pone nombre a nuestro club. Su evaluador, Agustín, desplegó todas sus herramientas como experto de Toastmasters Málaga para felicitar y motivar a nuestra reciente socia en su primer discurso.
Seguidamente fue el turno de Montse, gracias a la cual aprendimos que un mamporrero no sólo te puede hacer un chichón, sino que, si perteneces a la raza equina, puede ayudarte con otros asuntos. Dejémoslo ahí. Y fue Irene quien evaluó expertamente las peripecias profesionales de nuestra oradora.
La tarde continuó con unos fantásticos temas improvisados propuestos por Hicham donde intervinieron los valientes habituales seguidos de una justa dedocracia por parte  de nuestro experto zoomaster.
Las creaciones discursivas dieron paso a unos variados temas de debate generados por la sevillana, pero malagueña de adopción. Fue ahí cuando escuchamos argumentos que causaron todo tipo impresiones en la audiencia: desde un concienzudo enfoque de la situación actual de la educación hasta los detalles más explícitos dados por Chema y sus zarpas versus nuestra presi Irene, un debate, por cierto, con el que el que logró quitar el hambre a más de un asistente, pese a que se acercaba la hora de la cena. Operación bikini, no hay mal que por bien no venga.
La sesión terminó con la evaluación de los expertos de la tarde. Y, por cierto, ya olvidaba mencionar que “experto” fue nuestra la palabra del día (pero eso mejor se lo dejamos a Chema, que la pronunció unas veinticinco veces). De esta manera, nuestro experto contador de chistes, Rafa, nos felicitó, pero también nos aconsejó sobre cómo mejorar nuestra gramática; Nadine, por su parte, fue experta en controlar al detalle nuestros movimientos. Y a Irene le faltaron uñas (las llevaba preciosas, por cierto) para contar muletillas y otros dejes que pudieron escucharse en la sesión. El semáforo nos alumbraba desde Sevilla (o desde Triana, ya se sabe) y Magdalena se encargó de controlar toda la sesión, evaluando cada detalle minuciosamente, y de nuevo lo digo, como una experta.