El pasado 18 de febrero el Perseverance se posaba sobre la superficie marciana después de un viaje interplanetario de 203 días.

Con la misma precisión que hace 203 días se encendían los cohetes que llevarían al Perseverance hasta Marte, Carina hizo saltar la chispa de una sesión que nos haría viajar por el tiempo a través de ciento y una efemérides que nos culturizaron a todos los presentes.

Ray y Susana, como si fueran polvo de aluminio y perclorato de amonio, hicieron que toda la energía de su discurso contrarrestase la fuerza de la gravedad para elevarnos hasta las capas más altas de la atmósfera. Sus evaluadoras, Laura y Magdalena, una vez en la estratosfera, les dieron ese sutil empuje para que no se desviaran de su objetivo final: ser grandes oradores.

Durante el camino brillaron las estrellas, todas con nombre propio: Rafael, como gramático del día, no sólo confió en que la aventura en la que se había embarcado llegaría a buen puerto, sino que además, confió en que los presentes dijeran la palabra del día ¿adivinas cuál es? Claudia fue la estrella más colorida, si bien en su paleta predominaron los verdes, amarillos y rojos. Isabel brilló con luz propia y, con precisión quirúrgica, extirpó de nuestras laringes todas las muletillas que durante aquella transmisión interestelar surgieron. El calor de la cabina lo proporcionó en esta ocasión Nadine, con un poema que encandiló a los tímpanos más exigentes.

Hicham tomó los mandos de la cabina para deleitarnos con su creatividad durante la parte más amena del viaje: los improvisados. Chema e Irene, por ese orden, fueron los incautos astronautas que se atrevieron a salir a la atmósfera cero y lidiar con la originalidad, un tanto azulada, del piloto. Tanto el Director de Área como la Presidenta salieron del aprieto con holgura, al igual que lo haría Lenin minutos después con ese acento mejicano que nos recordó que, al otro lado del charco, nos espera todas las semanas nuestra otra familia.

Al igual que el Apollo XI tuvo su momento «Houston, we have a problem», o el Perseverance tuvo sus 7 minutos de terror, esta sesión tampoco nos defraudó y tuvo su minuto de terror cuando… ¡nos quedamos sin debates! En esta ocasión no fue Tom Hanks quien salvó a los cosmonautas, sino el Trianero de adopción: Chema. Veloz como Forrest Gump en sus mejores momentos, «Ershema» se sacó de la manga una de chatarra espacial y otra de productos congelados para que Rafael, Irene, Nadine y Magdalena, saltasen a la arena como leonas hambrientas.

Para finalizar, un David pletórico aprovechó sus cinco minutos para, de forma vehemente, matizar las bondades de todos los participantes y hacer que, una sesión de escasas dos horas, se apoyase sobre nuestro inconsciente igual que lo había hecho pocos minutos antes el Perseverance sobre la superficie del planeta rojo.